Ventanas hacia el Volcán: Cotidianidades Suspendidas ante el Gigante
San Pedro de Atacama, Chile — Una presencia que nunca duerme

El horizonte aquí no se extiende, se impone. El Licancabur se alza como un punto de fuga invertido, donde la mirada se pierde antes de reencontrarse dentro de uno mismo.

San Pedro despierta bajo su sombra. Cada gesto simple — abrir la ventana, cruzar la calle, servir el café — es observado por él. Como si toda la rutina existiera en respeto silencioso a su grandeza.

A medida que el sol cambia, también lo hace el volcán. Del blanco matinal al dorado de la tarde, se pinta con el tiempo. Pero su expresión nunca se desvanece — permanece siempre alerta, casi eterna.

Licancabur no es solo una montaña. Es un altar. Una brújula emocional, una entidad ancestral. No se escala a un dios — se contempla. Y desde abajo, la vida respira con más reverencia.

Y aun así, la ropa se seca en el tendedero. La conversación sigue en la vereda. El pan se compra en la esquina. Hay una paz inquieta en vivir con un gigante en la puerta. Pero lo más impresionante... es aprender a llamarlo vecino.